La guía del autoestopista galáctico
Ya que Doctor Who tiene tantas referencias a La guía del autoestopista galáctico desde que entra en escena el 10º Doctor (del que hablaré otro día en el blog), decidí leerme de nuevo este libro de ciencia ficción escrito por Douglas Adams, un tipo que estuvo además involucrado en en esa misma serie que ahora es mi perdición, aunque él lo hizo durante una época de la serie clásica a modo de jefe de guionistas y, por motivos curiosos, aunque él daba ideas, ayudaba a su equipo y demás, tan solo escribió de su puño y letra tres y encima uno de ellos se quedó fuera de emisión por una huelga de la BBC que provocó la cancelación de su otro episodio. Como además murió joven y en 2001, no pudo más que dejarnos un legado de cinco libros de la serie de La guía del autoestopista galáctico y desde luego no pudo participar en el regreso del Doctor, aunque todos en el equipo le siguen teniendo un gran cariño y no se olvidan de su talento.
El primer libro de la serie de La guía del autoestopista galáctico es precisamente el que da título a dicha saga y el único del que además existe una adaptación en película de acción real de lo más divertida, que aunque no es fiel al 100%, refleja muy bien el sentido del humor del libro y muestra a las mil maravillas cómo son los personajes.
El nombre de La guía del autoestopista galáctico se debe por un lado a que se cuenta la historia de un autoestopista galáctico (Arthur Dent) que se ve forzado a serlo después de que su amigo Ford le revele en unos cuantos minutos y a todo correr, después de conocerse hace años, que es un extraterrestre y que sabe que la Tierra está a punto de desaparecer por lo que van a hacer autoestop para que les recoja una nave espacial y, de hecho, lo consiguen. Por otro lado, el nombre es porque el mayor libro de la galaxia (según su autor y todo esto dentro de la historia ficticia) se llama La guía del autoestopista galáctico y comienza con la frase «Don’t Panic» (No se asuste), que se ha convertido en un auténtico «meme» en internet y hasta fuera de él, es decir, en una frase muletilla que se utiliza para añadir cualquier otra cosa detrás y hacer una gracia, aunque muchos desconocen su origen. Dentro de La guía del autoestopista de nos cuentan pasajes y fragmentos de lo que supuestamente está escrito en ese importante libro que todo viajero espacial debe tener y en el que no se deja de trabajar para que sea una especie de Atlas de lo más completo en el que no solo se habla de todos los planetas y razas, sino también de las costumbres y de con qué los identificamos. Por ello, veremos a varias especies y a tan solo un par de humanos (Trillian y Arthur) que casualmente se conocían en la Tierra, aunque no por ser amigos, sino por una fiesta en la que Arthur quería ligarse a esa chica y cuando, estaba a punto de conseguirlo, se la levantó Zaphood invitándola a llevársela de viaje espacial, algo que debería haber sido tan extraño para ella como para cualquiera de nosotros, pero que no solo coló, sino que encima era verdad.
Hay tantas partes buenas y memorables en este libro, que todos deberíais leerlo, ya que muchas forman parte de la cultura popular como el «día de la toalla» que se debe a que en la novela te avisan de que nunca salgas de casa sin una, ya que se le pueden dar más usos de los que nunca se nos pudieran haber ocurrido y además se nos cuenta que la respuesta a la vida, el universo y todo lo demás es 42 y lo dice nada menos que el superordenador, aunque lo que no tenemos es la auténtica pregunta como para saber que esa es la respuesta, pero parece ser que es correcta, en cualquier caso.
Para seguir potenciando el humor, entre tantas descripciones de lo más curiosas, momentos rarísimos, pero divertidos, teorías espaciales que nos dejarán rotos y la demostración de la no existencia de Dios, tenemos a un personaje secundario entrañable y sin el que todo esto no sería lo mismo: Marvin, el androide paranoide, que no es más que un robot doméstico para ayudar con varias tareas a los humanos y que es un bicho que no solo piensa por sí mismo y puede tomar sus propias decisiones a pesar de su carácter obediente, sino que siempre estará deprimido y soltando frases de lo más negativas, tristonas y grises. Marvin no dudará en decir que a nadie puede gustarle la vida, que está realmente deprimido o que no existe nada en el mundo que sea ni mínimamente emocionante por ello, al no valorar nada, hará caso a todo lo que se le ordene, pero no porque piense que quizás de alguna de estas tenga suerte y palme, ya que no cree en la suerte ni cree que morir sea realmente algo de lo que alegrarse porque no habría ni un solo motivo para hacer que cambiara de aptitud pesimista, ni siquiera cuando uno pudiera pensar que eso es lo que le gustaría.
En La guía del autoestopista galáctico descubriremos qué tiene de malo el hecho de que la Tierra desaparezca, por qué era tan importante ese planeta para todos los viajeros espaciales y varias cosas más, pero sobre todo, tendremos un aperitivo de lo que está por llegar en los siguientes libros, y que se puede empezar a degustar ya desde El restaurante del fin del mundo, el siguiente de ellos y el próximo también del que hablaré en el blog.
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