Los pesares de Vida perfecta en los que vernos reflejadas
Tras más de un año de espera, la primera (y única hasta el momento) temporada de Vida perfecta se estrenó para disfrute de todos hace algunas semanas. La serie escrita, dirigida y protagonizada por Leticia Dolera y en cuyo guión ha participado también Manuel Burque y que tanta polémica levantó en su momento, en sus inicios se llamaba «Déjate llevar». El que se fuera presentando en diversos festivales, unido a su nombre para el mercado anglosajón (Perfect Life), hizo que la autora de «Morder la manzana: la revolución será feminista o no será» decidiera renombrar del modo como finalmente ahora la conocemos.
Vida Perfecta es una serie perteneciente al género slice-of-life o, lo que en español se llama, recuentos de la vida o realismo mundano. Es decir, se centra en contar el día a día, en plasmarnos cosas que bien podrían ser cotidianas y sucedernos a cualquiera de nosotros en cierto modo, en lugar de tirar de cosas fantasiosas como criaturas inexistentes, poderes, naves espaciales o cualquier cosa mágica o sobrenatural. Está protagonizada por tres mujeres que cada día luchan por salir de la cama y enfrentarse a una vida que, como la de todos, dista mucho de ser perfecta.
Al personaje principal, María, acaba de dejarla su novio justo cuando iban a firmar una hipoteca para comprarse un piso en el que pasar la vida juntos. Ese primer gran cambio en su vida hace que se vaya a vivir con su hermana, que también tiene bastantes problemas tanto sentimentales como laborales. A la que la vida parece irle de maravilla es a una amiga de estas, con una buena casa, una familia y un buen trabajo; pero ya en el primer capítulo vemos que por culpa del machismo, no es feliz en absoluto.
Desde el inicio, y no solamente por ese comienzo de fin de una relación estable con lo que eso supone, tenemos ahí en primer plano las inquietudes e imperfecciones de las tres mujeres que son el motor de esta historia que atrapa con la naturalidad y el ritmo con que sucede todo y que lucha por cosas que ya reivindicaba su creadora en su ópera prima: la igualdad y el respeto mutuo entre todos, esto engloba no solo a la que debe darse hombres y mujeres o entre las distintas orientaciones sexuales, sino también entre todo aquel al que se pueda considerar diferente por cualquier otra razón, como puede ser que tenga discapacidad intelectual.
Cada capítulo se centra en esos tres personajes que están súper unidos entre sí, aunque se oculten cosas que a veces, precisamente por no pedir ayuda, les estallan en la cara. Cabe decir que no todos los secretos terminan por hacerles daño, ni tampoco se ocultan cosas únicamente entre ellas, o el hilo argumental sería únicamente por una total falta de comunicación y no por otras cosas como la falta de confianza y autoestima, el sentirse desplazado, la gestión del deseo sexual o si seguir adelante con un embarazo no deseado por un lío de una noche con un desconocido; siendo este último un tema sobre el que se profundiza y que va evolucionando y cambiando según avanza la trama.
Aunque los problemas a los que se enfrenten esas treintañeras pueden distar de los nuestros como espectadores, seguramente nos veamos reflejados en cierto modo en lo que se relata. La manera de afrontar los reveses, los silencios, la incertidumbre por no saber si las decisiones que tomamos son las correctas o si habrá consecuencias, el miedo a hacer daño. Todo eso y mucho más aparece en esta serie que conjunta de un modo maravilloso las escenas cómicas y dramáticas, sin excederse en ninguno de los puntos, haciéndolo todo más de contrastes, más realista.
Vida perfecta me parece una serie fresca, atrevida y valiente. Un soplo reparador que hace reflexionar sobre varios aspectos y que deja con ganas de más.