Acompañando a los huérfanos Baudelaire en ‘Una serie de catastróficas desdichas’
Hace como año y medio que, a tenor de la fascinación por la primera temporada de la adaptación televisiva de ‘Una serie de catastróficas desdichas’ engullí las novelas. Recuerdo llevármelas a todas partes. Cada vez que tenía al menos cinco minutos, ese tiempo iba destinado a la obra de marras. Así, antes de darme cuenta, estaba ya haciendo mis cábalas sobre el número de libros que se adaptarían en cada temporada de esta serie exclusiva de Netflix. Las hipótesis iban incluso en torno a cómo se recrearían diferentes escenas.
Las tres temporadas de las que finalmente ha constado la versión audiovisual han sido bastante fidedignas al original. El cambio de formato ha propiciado que, manteniendo ese tono irónico, burlón e inteligente de las novelas, haya aún más escenas brillantes impulsadas, además, por un trabajo excelente por parte de los actores que, a fin de cuentas, son las caras visibles.
¿De qué va? Podríais preguntaros, lógicamente. No quiero repetirme con respecto a lo que comenté al leer las novelas. Al mismo tiempo, me gustaría no entrar en detalles para no chafar absolutamente ninguna escena, pues todas son disfrutables a un alto nivel. Por ello, tan solo diré que un buen día nublado se torna en un no tan buen día nublado. Es más, en un día nefasto que desencadenará en lo que de un modo tan acertado tiene como título: una serie de catastróficas desdichas. Siendo claros, la muerte de los padres de tres niños, hacen que estos vayan otro hogar para que un nuevo adulto sea su tutor legal y se haga cargo de los jóvenes. A partir de ese momento irán de aquí para allá, rodeados de peligros que les vienen dados casi siempre por el Conde Olaf, quien no duda en disfrazarse de cualquiera para hacerse con la fortuna de los Baudelaire. La gracia está en ver cómo los tres valientes huérfanos unen sus talentos para salir lo mejor parados posible de cada lío en el que terminan envueltos.
Revivir las aventuras de Violet, Klaus y Sunny Baudelaire ha sido un viaje maravilloso. Una vez más he adorado a esos tres niños. Incrementado ese amor va a su archienemigo: el Conde Olaf, interpretado de una manera magistral por Neil Patrick Harris.