Píldoras de sexología en Sex Education
La semana pasada dediqué un escueto texto a Big Mouth, con mi parecer sobre esa serie que trata con total libertad el tema del sexo desde la perspectiva de unos adolescentes, usando para eso el humor gamberro y tirando, en muchas ocasiones, de la fantasía y la exageración. Hoy quiero hablar de otra que si bien su temática es la misma, lo afronta todo de una manera completamente diferente, más sensata, más correcta y con un guion más trabajado en cuanto a continuidad en diversas tramas que confluyen en la común. Me refiero a Sex Education que, al igual que la otra, es bastante polémica por aquello que trata sin remilgos. Hay mucho puritano conservador que tira de ideas de hace diez siglos por intereses creados, en lugar de pensar en un bien común, en lo necesario que es que haya un mínimo de educación sexual al alcance de todos.
En esta serie de acción real, Otis un día decide abrir un consultorio de terapia sexual privado en su instituto junto con una compañera. Ella consigue los clientes y él habla con ellos. Después ambos se reparten las ganancias como socios. Al menos, esa era básicamente la premisa en su primera temporada, ya que en la segunda se ha tirado menos por ese camino, aunque haya habido igualmente mucha buena fe y sobre todo muchas explicaciones variadas sobre la importancia de cuidarnos y conocernos a nosotros mismos para poder llevar una buena vida sexual con aquellas personas con las que decidamos compartir momentos íntimos sin importar nada, siempre que haya respeto y consentimiento por ambas partes.
Sex Education es una comedia romántica británica muy coral en la que tenemos un montón de personajes que protagonizan distintas subtramas dependiendo del punto de la historia en que nos encontremos. Se lucha por la igualdad en todo momento tanto racial como de género, haciéndose énfasis en castigar o rechazar los comportamientos tóxicos de aquellos que no traten como a una persona a quienes no tengan su tono de piel, orientación sexual o género. Tiene varias escenas bastante memorables precisamente por la fuerza que obtienen por ejemplo las mujeres cuando se apoyan en auténticos actos de sororidad, rebelándose contra las injusticias como el slut shaming o el acoso sexual por parte de cualquiera que se crea con derecho a coger lo que le guste.
Al contrario que en la serie de dibujos animados que comenté la pasada semana. Aquí no está presente ese elemento fantástico y se habla de un modo mucho más duro de cosas como la desestructuración familar, las ets o los embarazos no deseados, así como lo que puede suponer un aborto tanto de manera física como mental.
La segunda temporada de esta serie de acción real queda lo suficientemente abierta como para continuar, pero al mismo tiempo está también lo bastante cerrada como para que cuente como final lo último que vimos. Un movimiento inteligente por parte de los encargados, por si acaso Netflix no renueva este producto que tuvo dos carteles que dieron bastante que hablar en España. En Madrid pusieron uno que rezaba «te querrás tragar enterita», mientras que en Cuenca hubo otro diciendo «te vamos a poner mirando para Netflix». Otra cosa no, pero de publicidad saben bastante, aunque sean incompresibles sus renovaciones y cancelaciones en las series, como ya mencioné en un artículo hace algunas semanas.