Las cómicas desgracias familiares, en parte buscadas, de Padre no hay más que uno
Padre no hay más que uno, la nueva película firmada por Santiago Segura como productor, director y co-guionista (junto a Marta González de Vega) se estrenó en cines en verano. Como todo lo que toca esta especie de Rey Midas de Carabanchel, ha supuesto un éxito que ha sido tan arrollador que incluso a día de hoy sigue proyectándose en cines y eso que, a estas alturas de la vida, también puede verse por streaming a través de la plataforma de Amazon.
En esta comedia familiar, ahonda de una manera paródica y crítica en cómo aún a día de hoy el tema de la crianza queda relegado en la mujer, porque el hombre se desentiende de sus propios hijos, alegando estar demasiado ocupado con tareas de vital importancia, generalmente laborales, aunque a veces también pueden ser sociales, porque el morro y el machismo no conocen fronteras.
Una serie de sucesos, vinculados al déficit de atención de manera intencionada por parte de ese padre que nunca ha prestado atención a ninguno de aquellos con los que habita, llevan a su mujer (Toni Acosta, a la que adoro desde hace muchísimo años) a irse de vacaciones al Caribe unos días con su cuñada. El viaje estaba planteado como una salida romántica de la pareja, la primera en más de una década, pero finalmente, para no perder el dinero de la reserva y, dado que él no había pedido días libres en su trabajo, con algo de reticencia se da esa salida de esas dos mujeres que, con su marcha, casi provocan el apocalipsis.
Según esa madre de cinco hijos sale por la puerta, a él la realidad le dará un revés tras otro en un film en el que le toca aprender en qué consiste tener hijos, cómo es eso de ocuparse de tu descendencia. Le llega tarde, porque la mayor de sus hijas tiene 14 años y, hasta el momento, lo único por lo que le llamaban «papá» era porque había puesto una semilla. De sus hijos se sabía el nombre y podía distinguirlos facialmente entre sí. Su conocimiento acerca de cualquier otro tema referente a ellos era nulo.
Por supuesto, el hecho de que a alguien le toque forzosamente cambiar su vida por completo de la noche a la mañana, le desbordará y quedará superado por varios problemas. En su caso todo ha sido la medicina venida por su egoísmo.
Cada uno de los personajes está lo suficientemente bien construido como para que lleguemos a comprenderlo, como para que sepamos por dónde va a tirar, qué le gusta, cómo es su manera de expresarse. Es decir, todos los que son más principales (los miembros de la familia del protagonista, junto con él mismo) aparecen en muchas escenas cortas, para que absorbamos su manera de ser. A base de muchos gags, de que nos lloviera la información de una manera audiovisual, ha conseguido no solo que estuviera bien hilvanado argumentalmente, sino también en cuestiones de ritmo. Manteniendo un humor constante. A fin de cuentas, es el terreno en el que se ha estado moviendo el cineasta desde tiempos de Torrente, salvando las distancias con sus dos últimas creaciones.
En mi opinión, es una película divertida y agradable, con un humor blanco por el que nadie puede sentirse ofendido. Puesto que el roce hace el cariño, es previsible lo que ocurrirá con la relación familiar de los miembros de esa casa; pero es que tampoco se pretende dar un mensaje que no sea buenista, rompiendo la esencia de una película apta para todos los públicos sólo por tirar de un factor sorpresa que no necesita.