En el ritual de El día de bestia
El anticristo nacerá el mismo día que aquel por el que los cristianos festejan lo que para los paganos es el cambio estacional a la época más fría del año. Así lo decían ciertas escrituras que el protagonista y un superior suyo consiguieron desvelar. Con el tiempo límite rozando sus dedos, el padre Ángel se va a Madrid a tratar de evitar que se cumpla esa profecía sobre el hijo del diablo, porque su llegada anunciaría el apocalipsis.
El comienzo de El día de la bestia ya deja claro que nos encontramos ante una película de terror muy gamberra con un sentido del humor peculiar. Según avanza todo se intensifica en un escenario grotesco que trae recuerdos de ese Madrid de los 90 que muchos conocimos en primera persona, pero en el que hay bastantes elementos que son fruto de la invención de sus guionistas: Álex de la Iglesia y Jorge Guerricoechevarría, quienes han formado tándem artístico en numerosas ocasiones.
Es, quizás, esa dualidad entre lo real y lo ficticio (lo que consideramos auténtico y lo extraño o fantasioso) lo que dota de una mayor fuerza esta historia de terror en la que un cura se acoge a la paradoja de hacer el mal para poder conseguir algo bueno para todos. Está convencido de que si realiza acciones castigables por la sociedad, el diablo acudirá a él por verlo como uno de los suyos; si ocurriera, podría traicionarlo y salvar el mundo.
Más allá de la idea preconcebida que como espectadores pudiéramos tener sobre los delirios de ese personaje principal (al que dio vida el desaparecido Álex Angulo), nos encontramos con que pronto consigue un adepto para su causa: a un drogadicto que se gana la vida en una vieja tienda de discos donde se presenta como un satánico de Carabanchel, como dando más fuerza a sus convicciones por el barrio obrero en el que vive en una pensión que regenta su madre y donde estaban más o menos tranquilos hasta que se arma la marimorena, como no podía ser menos en el día y la noche en que sucede todo: el 24 de diciembre.
Para liar la madeja, entrará en la ecuación un parapsicólogo súper popular en televisión al que no dudan en acudir esos dos que tan rápidamente han estrechado lazos. Un entendido en lo sobrenatural debería tener las respuestas que buscan, o a esa idea se aferran, llegando a extremos bastante bestias al comprobar que el profesor Cavan, el famosete de turno, pasa de cooperar. Con su ayuda o sin ella, el ritual para llamar al demonio deberá llevarse a cabo, igual que el hecho de continuar con esa investigación a contrarreloj.
Los detalles de lo no relatado aquí y sobre todo el desenlace son de matrícula de honor.
El ritmo trepidante de El día de la bestia, lo apoteósico que es todo y la pasión con que los personajes lo viven hacen de esta, una obra maestra atemporal.