CONOCIENDO UN DISTORSIONADO PUEBLO DE CASTLE ROCK 2
El distorsionado pueblo de Castle Rock me absorbió nuevamente en la segunda temporada.
En su momento ya comenté en el blog que se trata de una serie original de acción real basada en el multiverso de Stephen King. Los guionistas, en lugar de repetir lo que conocemos sus seguidores, se toman libertades para que, en realidad, se capte la esencia de personajes y lugares, sin que realmente se nos relate de nuevo ninguna de las historias de los libros de este afamado escritor de terror estadounidense.
Si en la anterior temporada los dos pesos pesados, aquellos en quienes recaía especialmente la trama, eran
Sissy Spaceck (Carrie en la película clásica) y Bill Skarsgård (Pennywise en la adaptación de IT en dos largometrajes por parte de Andy Muschietti); ahora tenemos a Lizzy Caplan como Annie Wilkes y a Tim Robbins como Pop. A él habíamos podido verlo en otra adaptación cinematográfica del Kingverso (Cadena perpetua). Que tres de cuatro ya hayan tenido sus momentos vinculados al autor de Maine no es casualidad
Ahora bien, aunque Pop sea ciertamente relevante. Quien realmente lleva las riendas y es la auténtica protagonista de la segunda temporada es esa enfermera psicópata a la que conocimos en Misery secuestrando a su escritor favorito. Su vida en Castle Rock es diferente por completo, pero ese trasfondo lunático, su profesión y el ser tan extremista están en su adn.
Todo da comienzo cuando Annie Wilkes y su hija van rumbo a Castle Rock para instalarse allí. Llevan tiempo de un lado para otro, escapando de algo, aunque no se nos concretará hasta un capítulo sobre la mitad de la serie con un flashback demoledor. Paralelamente a su nueva vida en Castle Rock, está la de sus habitantes de antes de su llegada, Allí ya había movidas a montones y cada vez la cosa iba a más, de modo que estallará algo con esas dos mujeres por medio.
Ambas temporadas de Castle Rock tienen el mismo escenario y elementos comunes, aunque son independientes, salvo por un nexo que llega a apreciarse en el séptimo capítulo y que las engloba de algún modo. No obstante, no lo hace un modo tan intenso como para hacerles perder su individualidad.
Sin desmerecer en absoluto los destellos del Resplandor o la prisión de Shawshank de la anterior temporada, prefiero quedarme con las sensaciones traídas a través de la eternidad de Salem’s Lot y la enfermiza obsesión de Misery. Dicho de otro modo —sin que influyan en absoluto para ello mis gustos en cuanto a las novelas de las que salen las lanas de estos jerseis— en mi opinión ahora atrapa mucho más la serie. La densidad y elementos confusos han quedado más relegados en pos de un mayor ritmo con el que es más complicado distraerse debido a la agilidad narrativa y a unos planos más acertados.
Cada capítulo me quedaba con ganas de más, porque desde un primer momento estaba pendiente de lo que hacía Annie y de lo que podía sucederle, de las consecuencias de sus actos o de cómo influirían las otras tramas y personajes sobre ella. El final de todo ha sido un broche de oro de los que dejan al espectador gritando.